Limpieza inicial.
El primer paso es lavar bien las manos con agua y jabón antes de manipular cualquier herida. Luego, enjuagar suavemente la herida con agua corriente para eliminar la suciedad, los residuos y las bacterias. Evita el uso de agua oxigenada o alcohol, ya que pueden dañar el tejido.
Controlar el sangrado.
Si la herida está sangrando, aplique presión directa sobre la zona con una gasa estéril o un paño limpio durante varios minutos hasta que el sangrado se detenga.
Desinfección.
Una vez que la herida esté limpia, aplica un antiséptico suave para prevenir infecciones. Puedes usar una solución salina o un producto de limpieza de heridas recomendado por un profesional de la salud.
Aplicar una venda o apósito.
Cubre la herida con un apósito estéril o una gasa limpia y asegúralo con cinta adhesiva o un vendaje para mantenerlo en su lugar. Cambia el apósito según sea necesario para mantener la herida limpia y seca.
Controlar y monitorear.
Observa la herida regularmente para detectar signos de infección, como enrojecimiento, hinchazón, dolor persistente o secreción. Si notas alguno de estos síntomas, busca atención médica.